Review - Humbug (Arctic Monkeys)




Después de dos discos espectaculares, los Arctic Monkeys vuelven a la carga con su tercer trabajo, que sale a la venta el próximo lunes.
Se compone de diez canciones, en cuarenta minutos y lo mejor de todo es que no hay ni una sola mala, o mejor dicho, no hay ni una sola que no sea inmensamente buena.
Ya con el primer single, Crying Lightning, los Arctic Monkeys apuntaban una evolución bastante evidente, que queda más que clara tras escuchar el disco completo.
Para empezar, se nota mucho el trabajo que Alex Turner ha realizado con The Last Shadow Puppets. Hay un par de canciones que si le pones una orquesta y Miles Kane a hacer los coros en lugar de Matt Helders, podría ser perfectamente de los Puppets.
No es tan rápido como los dos discos anteriores. Diría que tiene la misma fuerza, pero la enfocan en otra dirección, no tan rápido, pero muy consistente. Un buen amigo dice que le da sensación de “pirata”, como que estuvieras en un barco a punto de abordar otro. Vale que también es mucho por el vídeo de Crying Lightning, pero igual está diciendo algo con bastante sentido.
La producción ha dado un giro bastante radical: ahí se nota mucho la influencia de Josh Homme, quien ha logrado, junto al productor habitual de la banda, James Ford, que el sonido este mucho más depurado y tenga más calidad de sonido. Homme dijo recientemente que lo que le había llevado a trabajar con los británicos eran las letras de Turner y, visto lo visto, estará más que contento con el resultado. Además, como no, toca destacar, una vez más, al grandísimo Matt Helders, en todo momento omnipresente en la batería, haciendo contratiempos, cambios de ritmo y todos los trucos del libro del buen batería y es que Matt Helders se está haciendo un hueco entre los grandes. También cabe destacar el mejor uso del bajo que hacen en esta ocasión.
Aparte de la, ya analizada Crying Lightning, me gustaría destacar Secret Door y Pretty Visitors como las dos canciones que más me han gustado del disco. Entrando a compara con anteriores, la apertura, que tanto en Whatever You Say I am That’s What I’m not y en Favourite Worst Nightmare eran las canciones más fuertes del disco (The View From the Afternoon y Brianstorm), en este caso, My Propeller es bastante más suave, pero con mucho más ritmo. Para acabar, en los casos anteriores A Certain Romance y 505 eran quizás algo más profundas que The Jeweller’s Hands, pero tampoco se puede desmerecer a la que ha tenido el honor de cerrar en esta ocasión.

Como ya dije en su momento, al ser diferente, probablemente haya bastante gente que no quede contenta con el resultado final, quizás esperando algo más bailable, pero desde luego la calidad musical del disco y la grandeza del mismo es algo que, para mí, no tiene precio.
En definitiva, y resumiendo, el sonido es más oscuro –no tanto como me esperaba-, más lento, muchísimo más trabajado, más profundo y en definitiva una evolución que, en mi opinión, marca un antes y un después, la diferencia entre unos chavalitos muy buenos, y un grupo de hombres, hechos y derechos que van a hacerse un hueco en la historia de la música.

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